[Pared o tapia]
UNA SEMANA SOLOS de Celina Murga, ARG, 2008
"De pronto el futuro se perfila inquietante, con desastres nucleares, con zombies clonados o manipulaciones genéticas -temores llevados al cine- , en un clima que cada vez se torna más amenazante. El futuro ha perdido lo que tenía de promisorio”
[Pacho O’Donnell, autor del libro LA SOCIEDAD DE LOS MIEDOS, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 2009]
Una sociedad con miedo se encierra en sí misma. Construye muros, barreras y alambradas en pro de un sistema de seguridad que instaure una percepción de protección. A cada nueva incertidumbre, un nuevo temor. A todo esto, Murga desoye cualquier análisis sociológico de los denominados countries y barrios privados como síntoma del nuevo estilo de vida basado en un individualismo exacerbado (como hace Maristella Svampa en Los que ganaron: la vida en los countries) y se centra en narrar la vida en un country de niños abandonados por sus padres.
Viven entre muros. Encerrados. Caminan, juegan y vagan en los límites establecidos por una muralla construida por los grandes que, de este modo, huyen de la responsabilidad de ser padres, haciéndoles más libres. Niños esclavos de progenitores ausentes presos del egoísmo. Niños víctimas del fracaso más absoluto de un mundo adulto que lo único que les ofrece son cárceles de color verde.
Corren entre árboles. Temerosos. Sin saber dónde ir. Sin conocer el afuera, la realidad que más tarde o temprano les espera. Juegan a no ser vistos, hasta que uno de sus juegos llamado frustración se desvela. En los gestos y miradas hay miedo, el mismo que les dice que se están perdiendo algo importante en sus vidas. Sólo la dulce mirada de Sofía (interpretada por la pequeña Elena Capobianco) transmite esperanza, ya que en ella habita la inocencia.
Bajo el padrinazgo de Martin Scorsese, la directora filma impecablemente. La factura técnica sobresale y hace que la narración sea fluida. Si en su primera película, ANA Y LOS OTROS, los personajes eran el foco en ésta cobra más peso el contexto. Entre los muros, un mundo creado a imagen y semejanza de un juego de niños.
[Pacho O’Donnell, autor del libro LA SOCIEDAD DE LOS MIEDOS, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 2009]
Una sociedad con miedo se encierra en sí misma. Construye muros, barreras y alambradas en pro de un sistema de seguridad que instaure una percepción de protección. A cada nueva incertidumbre, un nuevo temor. A todo esto, Murga desoye cualquier análisis sociológico de los denominados countries y barrios privados como síntoma del nuevo estilo de vida basado en un individualismo exacerbado (como hace Maristella Svampa en Los que ganaron: la vida en los countries) y se centra en narrar la vida en un country de niños abandonados por sus padres.
Viven entre muros. Encerrados. Caminan, juegan y vagan en los límites establecidos por una muralla construida por los grandes que, de este modo, huyen de la responsabilidad de ser padres, haciéndoles más libres. Niños esclavos de progenitores ausentes presos del egoísmo. Niños víctimas del fracaso más absoluto de un mundo adulto que lo único que les ofrece son cárceles de color verde.
Corren entre árboles. Temerosos. Sin saber dónde ir. Sin conocer el afuera, la realidad que más tarde o temprano les espera. Juegan a no ser vistos, hasta que uno de sus juegos llamado frustración se desvela. En los gestos y miradas hay miedo, el mismo que les dice que se están perdiendo algo importante en sus vidas. Sólo la dulce mirada de Sofía (interpretada por la pequeña Elena Capobianco) transmite esperanza, ya que en ella habita la inocencia.
Bajo el padrinazgo de Martin Scorsese, la directora filma impecablemente. La factura técnica sobresale y hace que la narración sea fluida. Si en su primera película, ANA Y LOS OTROS, los personajes eran el foco en ésta cobra más peso el contexto. Entre los muros, un mundo creado a imagen y semejanza de un juego de niños.