THE TOWN de Ben Affleck, EEUU, 2010
La sombra de HEAT (Michael Mann, 1995) es muy alargada. Esa es la principal impresión que uno se lleva tras ver la segunda película de Ben Affleck. El bueno de Ben se ha convertido, junto a mismísimo Nolan de Batman, en un discípulo aventajado de Mann. Además, tras GONE BABY GONE, el actor ahora director rescata, de nuevo, lo mejor de Eastwood y toma de referente, en algunos pasajes, el estilo Scorsese. Todas estas influencias llevan a un mismo lugar: cine norteamericano. Estamos, pues, frente a uno de los mejores directores que sabe conjugar lo contemporáneo en el cine construido con prodigioso clasicismo.
Affleck, alumno aventajado, nos cuenta una de esas historias que gustan: la de policías y ladrones, la del robo al banco, investigaciones, persecuciones, duelos y la chica que enamora. Historia de ladrones, en la que desde el primer minuto el espectador simpatiza con ellos. Unos ladrones profesionales que conocen el plan, se manejan con códigos y asumen el riesgo en cada uno de sus trabajos y que, como camaleones, cambian de apariencia (cada uno de los disfraces-caretas: muerte, monja, policía y personal sanitario). No hay Robin Hood que valga, se trata de mafia irlandesa, frente al cuerpo de policías toscos, voluntariosos e, incluso, alguno de ellos que miran a otro lado (falta de heroicismo).
De este último punto se desprende el quiebre narrativo en relación a la obra maestra de Mann. En THE TOWN no hay duelo. El nivel profesional / intelectual entre ladrones y policías es dispar. Affeck-Doug Macari ignora a Jon Hamm-Adam Frawley, desestima hasta la venganza. El policía no está a la altura del ladrón, como pasaba entre Al Pacino y Robert de Niro. La ausencia de desafío lleva a la película por otros derroteros.
El contexto urbano, en este caso el barrio Charlestown de Boston, es protagonista (al igual que Los Ángeles en HEAT). Explica y determina el ritmo y tono de la película. El barrio es el lugar dónde se respetan los códigos, cosa que no pasa en otras partes de la ciudad. Y los personajes, ladrón y testigo, responden a ese ideario de pertenencia.
THE TOWN es una película transparente. Sin trampas. Con tres escenas que dejan sin respiro. In crescendo. Despliegue actoral de alto voltaje. Y con final feliz. Una de las películas del año.
Affleck, alumno aventajado, nos cuenta una de esas historias que gustan: la de policías y ladrones, la del robo al banco, investigaciones, persecuciones, duelos y la chica que enamora. Historia de ladrones, en la que desde el primer minuto el espectador simpatiza con ellos. Unos ladrones profesionales que conocen el plan, se manejan con códigos y asumen el riesgo en cada uno de sus trabajos y que, como camaleones, cambian de apariencia (cada uno de los disfraces-caretas: muerte, monja, policía y personal sanitario). No hay Robin Hood que valga, se trata de mafia irlandesa, frente al cuerpo de policías toscos, voluntariosos e, incluso, alguno de ellos que miran a otro lado (falta de heroicismo).
De este último punto se desprende el quiebre narrativo en relación a la obra maestra de Mann. En THE TOWN no hay duelo. El nivel profesional / intelectual entre ladrones y policías es dispar. Affeck-Doug Macari ignora a Jon Hamm-Adam Frawley, desestima hasta la venganza. El policía no está a la altura del ladrón, como pasaba entre Al Pacino y Robert de Niro. La ausencia de desafío lleva a la película por otros derroteros.
El contexto urbano, en este caso el barrio Charlestown de Boston, es protagonista (al igual que Los Ángeles en HEAT). Explica y determina el ritmo y tono de la película. El barrio es el lugar dónde se respetan los códigos, cosa que no pasa en otras partes de la ciudad. Y los personajes, ladrón y testigo, responden a ese ideario de pertenencia.
THE TOWN es una película transparente. Sin trampas. Con tres escenas que dejan sin respiro. In crescendo. Despliegue actoral de alto voltaje. Y con final feliz. Una de las películas del año.