15 de febrero de 2007

La mirada de la [inocencia]

“El niño tiembla ante lo desconocido, de espanto cuando imagina terrores inconcretos pero también de gozo porque todo es aún prodigioso y nuevo. Por eso entra en el mundo como en un cuarto oscuro, suponiéndolo enorme y pavoroso. Después, poco a poco, se van encendiendo las luces hasta que puede ver que la habitación es razonablemente pequeña, vulgar y bastante sucia. A esa revelación tendrá que resignarse a llamarla madurez...”

[Prólogo Fernando Savater, EL DÍA DEL NIÑO, Varios Autores, Ed. Valdemar, 2003]

Tras el visionado de la película ‘Las tortugas también vuelan’ (Bahman Ghobadi, Coproducción entre Irán, Irak y Francia, 2004), que hace un tiempo vimos en España, he querido transitar por la inocencia en el cine. La película, Concha de Oro en el Festival de San Sebastián en 2004, además de numerosos premios internacionales, se exhibió, fuera de concurso, en la apertura del Festival de Mar del Plata en 2005.

En ‘Las tortugas también vuelan’ se habla de la guerra de Irak, pero desde otro punto de vista. Una perspectiva bien conocida en la narrativa cinematográfica: la mirada del niño. En este caso, niños en un campo de refugiados kurdos sobreviven encontrado minas para después revenderlas. Se aborda la cruda realidad de un conflicto desde un punto de vista humano...para ello, qué mejor, que la mirada de la inocencia.

Y eso también ha pasado en el reciente cine hispano-americano. Desde ‘La lengua de las mariposas’ (José Luis Cuerda, España, 1999) a ‘Machuca’ (Andrés Wood, Chile, 2004). Con ‘Kamchatka’ (Marcelo Piñeyro, Argentina, 2002) y ‘La vendedora de rosas’ (Víctor Gaviria, Colombia, 1998). En todas ellas las/os niñas/os son protagonistas, que viven en momentos convulsos: guerra civil española (‘La lengua...’), golpe militar en Chile (‘Machuca’) y dictadura militar en Argentina (‘Kamchatka’). En las tres películas que he escogido como referencia, la mirada a esos conflictos se hace desde la ingenuidad y la inocencia. Nos alejamos, así lo considera el director/autor, de los acontecimientos más dolorosos y “jugamos” a descubrir, a aprender de los “mayores” (la figura del profesor tanto en el film de José Luis Cuerda como en ‘Machuca’)...como lo hacen los pequeños protagonistas.

El proceso de madurez se presenta de forma abrupta, tal como irrumpieron los hechos históricos que marcaron las vidas de las personas. El final de la infancia es el momento de la separación (de los padres en ‘Kamchatka’, del profesor/maestro en ‘La lengua...’ y ‘Machuca’, de los amigos en el film chileno). El final de la infancia es el momento en que aparecen bandos, en el que se marcan diferencias, como en la vida “real”. Las/os niñas/os chocan con la realidad, esa realidad de la cuál no habían sido conscientes plenamente. Porque eran niñas y niños. Pequeños que vivieron esos días y que sufrieron ese momento de convertirse en adultos, de una forma poco deseable, traumática.

El director/autor nos traslada a (su) la infancia para rescatar la memoria de esos tiempos que quedaron en el olvido. ¿Y si el niño es esa sociedad ingenua que no sabe enfrentarse a sus miedos?

Más difícil encontrar referentes de este tipo en el cine de Hollywood (como ejemplo, Oliver Twist de David Lean o El impero del sol de Spielberg) . Olvidémonos de los infantes atormentados de Tim Burton, Peter Pan, Roald Dahl, Alicias y fábricas de chocolate...de ‘El mago de Oz’ (Víctor Fleming,USA,1939) a ‘Las crónicas de Narnia’ (Andrew Adamson,USA, 2005) los niños protagonistas escapan de la (cruda) realidad a un mundo imaginario, en el que se traducen, de una forma más esquemática/clarificadora toda una sociedad en decadencia. Se hace a través del cuento, la aventura, personajes fantásticos, hadas y brujas. En este caso, hay que salir de la realidad. La evasión, por encima de todo, como salvación...de unos niños que simbolizan el futuro de cualquier sociedad.

Ana también escapa de esa realidad. Y lo hace a través del cine y conociendo a ese “tierno” personaje llamado Frankenstein. Es ‘El espíritu de la colmena’ (1973) de Víctor Erice. El cine otra vez.

[ ] Estado del alma fuera de culpa. Candor, sencillez.

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