Pacto o convenio, oral o escrito, entre partes que se obligan sobre materia o cosa determinada, y a cuyo cumplimiento pueden ser compelidas.
El cine de acción está huérfano. Y ya lleva un tiempo así. Le falta una figura musculosa delante de la cámara que lo represente. Sucumbieron al paso del tiempo los Stallone, Norris, Terminator y compañía. A partir de ahí, un buen número de postulantes, desde Keanu con Speed, Nicolas Cage en La Roca, y el mismísimo Brosman/Bond. El desborde de efectos especiales ha sido, hasta la fecha, una solución pero no termina de convencer. El público seguidor de este género, demanda otra cosa.
En los últimos intentos, el cine de acción (más suspenso igual a thriller) se ha apoyado en dos marcas de fábrica olvidadas, ya que la saga MATRIX propuso otra cosa en la última década. Se propone, pues, el físico o el cuerpo a cuerpo. Las últimas películas de este género se vinculan, de una forma u otra, a estas dos variables. Las persecuciones en la trilogía Bourne, la última de James Bond y una sorprendente MATAR O MORIR. Además de recuperar a uno de los iconos, John McClane en LA JUNGLA, sobresale por encima de todas la adrenalítica CRANK.
Esta última estaría dentro de las denominadas obras menores. Entre las cuáles también se encuentra EL CONTRATO. Películas con un tono de serie B. Es decir, con pocos recursos/elementos se organiza, en este caso, una película de acción.
EL CONTRATO sin más pretensiones que entretener, comete el error de caer en un discurso moralizante, sobretodo en la resolución de la trama: papá preocupado por su hijo o, mejor dicho, de sus adicciones, intenta reconstruir la relación con una excursión en la montaña. Otro clásico del género, "estar en el lugar y momento equivocados". A partir de ahí, una persecución por el bosque con un malo que no es tan malo, y unos matones no del todo listos. De nuevo, sin un héroe de acción (John Cusack) y sin un villano (Morgan Freeman) identificables por el público.
La película se enmarca en lo previsible pero, al mismo tiempo, divierte. Incluso en lo moralizante de su planteamiento, se podría denotar una cierta auto-parodia del género, con un final feliz de esos que hacen época.
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