27 de febrero de 2009

LOS ADULTERIOS DE LA [ESCUCHA] de Lorena Cancela

[Acción de [escuchar] Prestar atención a lo que se oye]


Entrevistas con el "otro cine"

Los cineastas entrevistados respetan una serie de códigos y funcionan, a su manera, como abanderados de una idea de la verdad cinematográfica indeclinable. Pero hay muy poco en común entre RECONSTRUCCIÓN DE UN AMOR y el cine de Kiarostami, o entre Egoyan y Weerasethakul. Lo que los une es una idea que integra tensiones (espacio-tiempo-realismo-drama-verdad) en una síntesis que puede ser superadora. Y es la idea de la Mirada.

El cine es un arte del tiempo y del espacio, es cierto, pero es uno que se construye a partir de una serie de miradas entrelazadas, interconectadas de manera secuencial. Y cuando esa línea funciona de manera coherente (el ojo del cineasta, el de la cámara, el de los actores, el del espectador), estamos ante la revelación de una verdad cinematográfica.

Esa serie de miradas completan el operativo cinematográfico e incluyen variables (psicológicas, sociológicas, estéticas, políticas, morales, geográficas, etc.) que no pueden incluirse en la idea simplista del plano secuencia como única fuerza y razón de verdad en el cine. Es por eso que el cine del siglo XXI debe construir sus imágenes superando ese tipo de dicotomías. Si la fragmentación y la multiplicidad de imágenes y estímulos forman parte del "mundo real" tal como lo percibimos, ¿cómo puede hacer el cine para reflejar esa realidad y analizarla, tomando a la vez distancia crítica de los acontecimientos? ¿Cómo el cine captura, atrapa y refleja un mundo al que solemos acceder de forma cada vez más mediatizada, esquiva y distante, sentados frente a los teclados de nuestras computadoras?


LOS ADULTERIOS DE LA ESCUCHA. Lorena Cancela. La Crujía Ediciones. Buenos Aires, 2006.


18 de febrero de 2009

[Soledad]

Por primera vez sentía el miedo de verdad
y aún entonces ya sabía que no me abandonaría.
Y soñé con una multitud siguiéndome
que me gritaba "El tiempo no se puede detener".
[Detener el tiempo_Nacho Vegas]


[Carencia voluntaria o involuntaria de compañía]

El tema recurrente que atraviesa, de forma transversal, la filmografía de Fincher es la soledad. Todos los protagonistas de sus historias viven en soledad, náufragos en un mar de conflictos que los movilizan. Huyen, sufren, viven perdidos y se (auto) destruyen sobreviviendo en los márgenes del dolor. Todo eso con envoltorio de ciencia-ficción, thriller y melodrama. Tenemos, pues, a la teniente Ripley en el espacio exterior luchando contra un Alien (¿o contra sus miedos más profundos?); a dos solitarios investigadores de crímenes capitales (¿qué pasa cuando uno sólo se preocupa por el trabajo y deja de lado la familia?); el multimillonario (¿el encierro como única solución a mis problemas?); la madre soltera y, por último, el freak Button.

Estar solo, quedarse solo, sentirse solo. Fincher un director, a priori, superficial y frívolo (sus inicios vinculados al mundo del video-clip) aborda semejante conflicto vital y lo hace, a mi parecer, airosamente. Aclaro, no lo hace así en una historia de otra dimensión (desconocida), la del curioso caso de Button.

Acompaña a la soledad el paso del tiempo. Y de forma especialmente importante en cómo la vivimos en nuestra infancia y la vivamos en la llamada tercera edad. En esos dos momentos, la soledad puede aterrar, traumatizar, aniquilar. Entre estos dos extremos, navegar, deambular, encontrar, (tratar de) olvidar. Así el reloj que anda marcha atrás es el pretexto de Fincher para hablar sobre una vida de desencuentros y, breves, instantes de felicidad. El drama de la soledad, desde la perspectiva de una falta involuntaria de compañía. Porque Button no tuvo nada que ver en nacer viejo y morir bebé.

Ahí está la otra característica intrínseca al discurso narrativo de Fincher: la manipulación. En forma de juego con trampas, perspectiva psicoanalítica de personaje o el encadenamiento causal de los siete pecados capitales. Ahora, en la de Button, más allá del cambio cronológico en la vida de un hombre, Fincher se sobrepasa. Primero, porque el uso desmesurado de tecnología hace que la cosa tome un carácter de frialdad absoluta. Segundo, porque Brat Pitt en lo que a actuación se refiere es lo más lejano a cualquier forma de emoción. Curioso, sólo si es premisa necesaria para la mayor obtención de estatuillas.


EL CURIOSO CASO DE BENJAMIN BUTTON de David Fincher, EEUU, 2008


9 de febrero de 2009

[Revista]

[Publicación periódica por cuadernos, con escritos sobre varias materias, o sobre una especialmente]

Escribiré unas líneas en contra de la crítica. Hace tiempo que tengo ganas, incluso desde que el pasado enero la revista argentina EL AMANTE cumplió 200 números. Y es que durante varios años pensé el ejercicio literario de escribir sobre cine como algo vinculado a la madurez, a la experiencia de vivir con la de ver películas, la del razocinio sano de aquél que conoce mundos y culturas. En el que ir al cine se vinculaba al disfrute y no al consumo.

Ahora la crítica es joven y eso no me gusta en absoluto. Los tiempos cambiaron, y los críticos también. Se devoran producciones audiovisuales en diferentes formatos y desde un buen número de plataformas. Nadie está contento. Todos se las saben todas. No se viaja, sino que se navega. Incluso son capaces de auto-criticarse como indescriptible acto de narcisismo. Vivimos, pues, en la parodia de la crítica.