A propósito de la crítica publicada por Andrés Martín de MARLEY Y YO, quise reflexionar sobre el cine al que representa la película de Franquel. A diferencia de lo que piensa el Sr. Martín, se trata de un cine lleno de prejuicios (familia que huye de la delincuencia a una majestuosa mansión), infantiloide (los conflictos planteados sólo tienen un enfoque, supeditados a la nula construcción de personajes) y con metraje desmesurado que se solidifica en un tramo final agónico. Pongamos, pues, nombre a este cine.
Los nuevos tiempos necesitan de nuevo cine. O mejor dicho, el cine debería reflejar el tiempo en el que se circunscribe. Películas acordes a problemáticas actuales. Se cae, por defecto, en un cine fácil tanto por temática como por recursos. Se trata de un cine perro, quieto, ciego a los cambios, como si de un producto en serie se tratara, sólo se conforma con mantener las formas, predecible, sin dejar lugar a la sorpresa.
Ese tipo de cine des-actualizado es un cine idóneo. Si nos referimos a número de público, el que consume siempre la misma cosa, es un cine útil para llenar salas. Por tal motivo, idóneo para la industria que lo fabrica con la misma receta, la del éxito garantizado: actores guapos y simpáticos, sentimentalismo desbordado y tramposo, narración clásica al servicio de lo comedido. Y lo que sobresale por encima de todo, idóneo ideológicamente: moralidad apostólica-católica de matrimonio feliz que supera cualquier dificultad (siempre el equilibrio como fin), maternidad numerosa de niños rubios con ojos azules y…el perro, de raza, puro. Un cine idóneo que respira elitismo. El cine que no hace preguntas, sino el que plantea una única respuesta.
Nada de eso responde a la realidad. Nuevas formas de familia alejadas de lo patriarcal (el machismo determinista ya no funciona: “hago lo que quiero y cuando quiero”); crisis económica mundial que endeuda al mejor columnista de cualquier diario de renombre; incluso, perros abandonados, maltratados que se pasean por calles y plazas de la ciudad. ¿Dónde está todo eso?
La denominada “nueva” comedia norteamericana ha dado títulos imperdibles. En los que a temáticas ya conocidas se hace un planteo desde otro lugar, el que corresponde en tiempo y forma. Ahí reina, sin lugar a dudas, las obras de Ben Stiller, hermanos Farrelly y el mundo de Judo Appatow. Ahora que corren tiempos de crisis económico-creativas se rescatan los clichés y el valor seguro de la risa-lágrima fácil.
El cine perro es un cine limitado. Preso de un recipiente prefabricado, que no promete sino (nos) propone el mismo cuento de siempre: ese clasicismo narrativo complaciente en otras épocas, rancio en la actual. MARLEY Y YO es el cine con pedigree, sin aristas, sin pulgas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario