Observo que las nóminas elegidas por la mayoría de los sitios de internet han sido por demás perezosas.
Siguiendo un patrón similar, al parecer, la crítica de cine de hoy sufre uno de sus peores males al cual puede estar expuesta: la unanimidad devota. Si uno se detiene un momento a revisar por la web los top ten realizados en las últimas semanas, encuentra múltiples coincidencias.
En tiempos donde el visionado de películas ha hallado múltiples caminos (legales e ilegales) y donde tenemos a nuestro alcance cuantiosa variedad de películas, el “gusto” de los especialistas predica la homogeneidad. Advierto una real sospecha (o amenaza) de repetición de juicios, reflexiones y/o veredictos sobre determinadas películas. Veo una crítica de cine haragana.
¿Existe cierta comodidad, pasividad, placidez, ventaja, indiferencia, neutralidad e inmovilidad del crítico?
Sin dudas, hay un piloto automático activado, tapiado de formulas, máximas y juegos de palabras que uno se sirve para celebrar o defenestrar películas con eufemismos o figuras retóricas caprichosas, que no hacen más que repetir la fórmula automatizada de escritura dominante.
Yo voto por un 2011 donde haya discrepancia. Que haya discusiones, que nos cueste ponernos de acuerdo, que se reavive el fuego de la polémica.
Uno, siguiendo la metáfora futbolera, podríamos afirma que nadie, me imagino, discute la calidad futbolística del F.C. Barcelona. ¿O me equivoco? Opinión unánime al respecto.
Dos, ¿dicha unanimidad responde a intereses puramente económicos? La discrepancia, coincido, es corrosiva en los tiempos que corren. AVATAR, por activa o por pasiva, te termina gustando, después de reestrenos, versiones extendidas, horas y horas en los medios, hojas y hojas en las revistas.
Una posible conclusión. No hay forma de escapar. O sí, nunca habíamos tenido tantas formas de ver cine. Ese cambio en la forma de ver cine debería llevar, necesariamente, a la (re)definición de una nueva crítica.