9 de julio de 2007

[Gwoemul] de Joon-ho Bong, SUR COR, 2006

[Huésped] Invitado. Ser vivo que soporta o alberga, temporal o permanentemente, un parásito.



Nadie sabe la cara del Familiar, hay gente que dice que es como un perro enorme, o como una víbora negra con ojos de gato, y dicen que a las noches pasa por los cañaverales arrastrando una cadena.
[Jorge Lanata, Muertos de amor, Ed. Alfagurara, Buenos Aires, 2007]


Ese algo que nos oprime, nos acecha, nos devora...ha estado, está y estará representado en lo cinematográfico (como en cualquiera de las artes, de la literatura al cómic) a través de la figura del monstruo. Nuestros miedos representados en un ser indescriptible. El monstruo, como metáfora, nos hace presos de nuestros temores, coartando nuestra libertad de actuación, provocando huída, espanto y desesperanza. Despierta nuestro instinto de supervivencia y, sólo, el heroicismo --ahí lo cinematográfico-- nos rescatará del abismo más absoluto.

El abanico es amplio. La zoología nos sorprende en Moby Dick o Tiburón. Extraterrestres demoledores, como Alien y Depredador. Simpáticos Gremlins. Clásicos como Frankenstein y King Kong. Serie Z con un héroe llamado El vengador tóxico. Y siempre los japoneses como Godzilla o Gojira. Nuestro latino Fauno. Desdramatizamos, a través de la infantilización, con los Monstruos de Píxar y Shreck de Dreamworks.

Una verdadera actualización del género de monstruos viene de la mano del director surcoreano Bong que, alejado, del planteamiento digital de la industria hollywoodiense (los efectos especiales por encima de todo), presenta al monstruo en un segundo plano frente a los personajes principales. Lo verdaderamente importante es lo que les pasa a los protagonistas, sus emociones: cómo se enfrentan a ese algo y cómo les cambia, personalmente y en las relaciones con los otros. Cada uno de los integrantes de la familia descubrirá el monstruo que llevan dentro y cómo acabar con él.

Para ello, Bong construye la historia desde diferentes ópticas. Este hecho produce pasar de la comedia, al terror, del drama familiar a una película de acción. Difícil tarea de la cuál el director sale airoso. Y ésa es la felicidad de este cine asiático; que nos desorienta y nos cautiva a la vez. E incluso, Bong le da un tono ideológico. Una representación política del monstruo como alegoría de cualquier forma de represión. Y el intervencionismo exterior, de la mano de la superpotencia norteamericana que, de la mismo forma que bombardea Bagdad también lanzará armas químicas sobre Seúl para acabar con el monstruo (que, por cierto, ellos mismos crearon), como ya lo hicieron sobre Hirosima.

Ese monstruo que tira bombas indiscriminadamente sobre poblaciones indefensas es el más temible de todos.

[Gwoemul/The Host]


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