30 de agosto de 2011

SUPER 8

SUPER 8 de J.J. Abrams, EEUU, 2011



Abrams tiene la fórmula del éxito: el misterio. Si a eso le añadimos que vivimos una época de crisis en la que remitimos, constantemente, a los tiempos pasados fueron mejores, SUPER 8 se convierte, de inmediato, en un clásico de los mismísimos 80. Vayamos, pues, por partes:

- El director, alumno ejemplar del maestro Spielberg, fija a lo desconocido como centro de sus historias. Lo hizo con las exitosas series LOST y ALIAS, produjo la monstruosa CLOVERFIELD y dirigió SUPER 8. Todas las campañas de publicidad, muchas de ellas de carácter viral, tenían como objetivo despertar el interés del público en un misterio por descifrar. Y algo sobrenatural sobrevuela cada uno de sus enigmas. Una de las recetas mágicas del bueno de Steven.

- Volver, volver, volver. Un eterno regreso a la década de los 80, en la que el cine era pura aventura. Y dónde los chavales eran protagonistas de historias inimaginables, tanto a la hora de descubrir secretos y vivir la adolescencia. Los conflictos personales de los chicos tiene el mismo peso que las historias por resolver. Y la familia. Siempre la familia. Algo inherente como tema en el cine del director de E.T.

- La emoción por encima de todo. Abrams recoge el guante. Su cine es con efectos especiales y no de efectos especiales. Abrams cuenta una historia en la que los sentimientos ocupan un lugar primordial en el devenir de los hechos. Y no al revés. Abrams escapa de un cine de fuegos artificiales. Un plano en el que un abrazo es el centro y no la nave espacial.

SUPER 8 es misterio, aventura y emoción. Ingredientes de un cine clásico que se agradece en tiempos de sofisticadas historias y vueltas malabares de guión. La película de Abrams, la primera escrita por él, no es un homenaje a un tipo de cine en una década determinada, es cine por los cuatro costados.




10 de agosto de 2011

INSIDE JOB

INSIDE JOB de Charles Ferguson, EEUU, 2010




DEMOCRACIA CERO



El documental de Fergusson es un ejercicio de pedagogía sobre la crisis financiera global. Eso lleva consigo una serie de obstáculos. Entre ellos, cómo abordar un tema de difícil comprensión y cómo explicarlo, a través de la descripción de causas y consecuencias, al público en general. Cae, pues, dicha propuesta en una serie de tecnicismos que frente al alto ritmo de exposición puede causar desorientación y abatimiento en el espectador.

El actor Matt Damon, narrador, como si del mismísimo agente Bourne se tratara, intenta dar consistencia a datos, argumentos, hipótesis y constataciones severas. Así, de este modo, la narrativa del documental se aleja del espectáculo Michael Moore y pone todo el peso en las entrevistas a toda una serie de técnicos sobre la materia. Casi la totalidad de los involucrados no aparecen en la película. Esos silencios tienen significado. En ese momento el director echa mano del material de archivo para dejarlos en evidencia.

Si Michael Moore persigue a los delincuentes, intenta ponerlos por sorpresa frente a la cámara y que, al menos, por unos instantes pasen vergüenza, Fergusson plantea el drama de la frustración. El foco está en el modelo, el sistema. Una forma de hacer las cosas que está por encima de las personas. Su mirada es más analítica y, al mismo tiempo, global.

La frustración de no entender el por qué. La causa de la indignación. El debacle de la representatividad. Dos aspectos a los que apunta el discurso de INSIDE JOB se centran en dos instituciones fundamentales en el sistema democrático: el Estado y la Universidad. Las dos atravesadas por la corrupción.

Como si se tratara de un jeroglífico, dicho documental necesita, posiblemente, de más de un visionado. Hay que descifrarlo y llegar a una revelación demoledora. El gobierno al que voté no me representa. Ese gobierno es una marioneta en manos de las grandes corporaciones. Dicha declaración en un documental ganador del Oscar y producido por una major llegó a todo el mundo.