El simple hecho de situarnos frente al cartel de la primera película europea del director iraní, y verlo, nos plantea dudas y certezas. Esa imagen corresponde a uno de los fotogramas en el que la bella Juliette Binoche, que interpreta a Elle, se arregla frente al espejo del baño de un pequeño restaurante de la Toscana italiana. Mientras tanto, James Miller, escritor interpretado por William Shimell, espera. Suponemos, porque no lo vemos. Elle se pinta los labios, se acomoda el pelo y se prueba un pendiente rojo almodovariano. Ella nos mira. Nosotros la contemplamos. ¿Somos espejo? ¿Ella es un reflejo? ¿A quién estamos viendo?
Kiarostami plantea el juego. Lo volverá a repetir en los instantes finales. En este caso, James mira, lo miramos, otro espejo, o no, otra ventana al espectador, o no. Kiarostami propone adivinar en su cine, dónde el espectador asiste a una copia entre realidad y ficción de la vida misma. Y en ese descubrimiento, vivenciamos e interpretamos lo que estamos viendo en la pantalla. El epicentro del cine del iraní es la observación, es decir, el espectador como observador de unas imágenes.
El ejercicio de dilucidar si es realidad o ficción es lo que seduce en COPIA CERTIFICADA. Esa duda, en una expresión artística como el cine que es puro artificio, permite al espectador, siempre paciente, estar vivo en la película de Kiarostami. Y eso es una proeza. Aromas, colores y sensaciones se hacen presentes. Son la llave para convertir una película en algo perceptible.
Observar, percibir, vivir. Experiencia y placer de la mirada. Detrás de todo eso una historia. Reflejo, copia, de la vida misma. Reproches, frustraciones y, por suerte, esperanzas. Detrás de todo drama hay una ventana abierta que nos está esperando. COPIA CERTIFICADA es todo eso y la sonrisa de Binoche.
COPIE CONFORME de Abbas Kiarostami, FRA-ITA-BEL, 2010
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