30 de agosto de 2008

El [hijo] de la madrugada


Soy el hijo de la madrugada de los padres que, en un instante, perdieron toda una vida. Fue a las cuatro de la noche maldita. Carlos y Paola, padres, dormían. Recibieron la peor de las llamadas. No se podía esperar nada bueno cuando sonó el teléfono. La hora que más odiaré y la que más temo. Las palabras desde el otro lado del auricular fueron claras y concisas: “Su hijo ha muerto”. Un terrible accidente en la carretera número trescientos cinco, cuando volvíamos de la última fiesta del pueblo. Tres en el coche. Sólo yo sobreviví.

Se descompuso la tragedia y ahora les cuento cómo era Santiago, su hijo de ayer. Ése muchacho de veinte años, por el cuál lo habían dado todo y del que no sabían absolutamente nada. Me he convertido en confidente del pasado. Me preguntan todo sobre él. Ahora conocen a Santi, y me tienen a mí, su nuevo hijo. Eso me dicen. Soy lo que más quieren. No tienen nada más. Se encerraron en sí mismos. No quieren saber nada del mundo que les rodea. Paola toma pastillas durante todo el día. A Carlos lo despidieron del trabajo y ahora mendiga limosnas en eventualidades que apenas le permiten vivir. Pero cuando vuelve a casa, allí estoy para llenarles su vida. Paso buena parte de mi tiempo libre con ellos. Casi todas las tardes y muchos fines de semana. Invirtieron sus ahorros en mis estudios e incluso me llevaron de vacaciones. “Haces bien, hijo”, insisten mis otros padres. Ellos no saben nada.

Mi nombre es Óscar. Yo era el que conducía esa maldita noche. Yo fui el que bebí, inconsciente, sin parar. Yo también morí esa noche. Y ellos se encaprichan en mantenerme vivo, sin saber que soy el asesino de su hijo. Yo maté a lo que más querían. Soy un cobarde, el que se esconde tras un telón de culpa. Antes me pierdo, desaparezco, ya no tengo nada más que perder…soy el hijo de la madrugada.

[Persona o animal respecto de su padre o de su madre]

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