18 de febrero de 2009

[Soledad]

Por primera vez sentía el miedo de verdad
y aún entonces ya sabía que no me abandonaría.
Y soñé con una multitud siguiéndome
que me gritaba "El tiempo no se puede detener".
[Detener el tiempo_Nacho Vegas]


[Carencia voluntaria o involuntaria de compañía]

El tema recurrente que atraviesa, de forma transversal, la filmografía de Fincher es la soledad. Todos los protagonistas de sus historias viven en soledad, náufragos en un mar de conflictos que los movilizan. Huyen, sufren, viven perdidos y se (auto) destruyen sobreviviendo en los márgenes del dolor. Todo eso con envoltorio de ciencia-ficción, thriller y melodrama. Tenemos, pues, a la teniente Ripley en el espacio exterior luchando contra un Alien (¿o contra sus miedos más profundos?); a dos solitarios investigadores de crímenes capitales (¿qué pasa cuando uno sólo se preocupa por el trabajo y deja de lado la familia?); el multimillonario (¿el encierro como única solución a mis problemas?); la madre soltera y, por último, el freak Button.

Estar solo, quedarse solo, sentirse solo. Fincher un director, a priori, superficial y frívolo (sus inicios vinculados al mundo del video-clip) aborda semejante conflicto vital y lo hace, a mi parecer, airosamente. Aclaro, no lo hace así en una historia de otra dimensión (desconocida), la del curioso caso de Button.

Acompaña a la soledad el paso del tiempo. Y de forma especialmente importante en cómo la vivimos en nuestra infancia y la vivamos en la llamada tercera edad. En esos dos momentos, la soledad puede aterrar, traumatizar, aniquilar. Entre estos dos extremos, navegar, deambular, encontrar, (tratar de) olvidar. Así el reloj que anda marcha atrás es el pretexto de Fincher para hablar sobre una vida de desencuentros y, breves, instantes de felicidad. El drama de la soledad, desde la perspectiva de una falta involuntaria de compañía. Porque Button no tuvo nada que ver en nacer viejo y morir bebé.

Ahí está la otra característica intrínseca al discurso narrativo de Fincher: la manipulación. En forma de juego con trampas, perspectiva psicoanalítica de personaje o el encadenamiento causal de los siete pecados capitales. Ahora, en la de Button, más allá del cambio cronológico en la vida de un hombre, Fincher se sobrepasa. Primero, porque el uso desmesurado de tecnología hace que la cosa tome un carácter de frialdad absoluta. Segundo, porque Brat Pitt en lo que a actuación se refiere es lo más lejano a cualquier forma de emoción. Curioso, sólo si es premisa necesaria para la mayor obtención de estatuillas.


EL CURIOSO CASO DE BENJAMIN BUTTON de David Fincher, EEUU, 2008


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