19 de febrero de 2007

A propósito de Salvador (Puich Antic): el cine [terapia]

La terapia de cine alienta y anima a los individuos a hablar sobre lo que las películas les dicen, en cuanto al argumento, música, o incluso la mirada de un personaje lanza a otro.


Hace un tiempo tuve ocasión de charlar telefónicamente, en un programa de radio, con Manuel Huerga, director de SALVADOR (PUIG ANTIC). Una de las primeras cosas que le dije fue que consideraba su última película como “necesaria”. Huerga no lo creía así, sino que la calificó como “película terapia”. Un calificativo en boca de uno los máximos artífices de SALVADOR, sin olvidarnos de la labor importantísima (como productor y precursor del proyecto) de Jaume Roures (Mediapro).

Me propuse, a partir del comentario del director, definir cine-terapia: ¿un tratamiento de película? ¿una nueva forma de tratar la depresión? Podríamos hablar de la película como terapia audiovisual. Una terapia que no cura, pero que puede ayudar a la hora de encarar dramas reales. En este caso, la película es el vehículo por el cual nos llega el mensaje que nos ayuda a seguir adelante. La película como medicina a nuestros males.

En el caso de SALVADOR no es que salgamos mejor cuando salimos del cine. De hecho, la sensación es totalmente inversa. De ahí, la primera definición que le propuse a Huerga: se trata de una película “necesaria”. Esa que nos permite conocer (sobretodo si nos referimos a las nuevas generaciones) unos hechos horribles. Lo terapéutico del visionado del film pasa, posiblemente, por “aquello que no puede volver a repetirse”. En definitiva, conocer para crecer, para poder avanzar. Este tipo de películas nos permiten angustiarnos, sufrir, llorar...y, al mismo tiempo, debatir, revivir lo que paso. Nos produce impotencia pero también nos da la posibilidad de descargarla. Y se refleja en nosotros, como espectadores, la injusticia (esa denominada “depresión social”) frente a heridas que es difícil que se cierren alguna vez.

En los créditos finales de la película de Huerga, aparecen toda una serie de imágenes reales de las últimas masacres que han acontecido en nuestro mundo: desde el 11-S al 11-M. Nos habla de ese nuevo fascismo, del miedo, de las víctimas inocentes...todo aquello que no hemos superado. El mensaje es nuestro fracaso.

Así que, a falta de justicia una “película terapia”. Por casi todos es conocido el caso de Salvador Puig Antic. El 2 de marzo de 1974, este joven militante del Movimiento Ibérico de Liberación (MIL), se convirtió en el último preso político ejecutado en España mediante “garrote vil”. La película cuenta su historia y la de los intentos desesperados de su familia, compañeros y abogados por evitar su ejecución.

El paradigma internacional de cine-terapia se encuentra, sin lugar a dudas, en Argentina. En el cine argentino de los últimos veinte años encontramos piezas clave. Voy a nombrar cuatro títulos imprescindibles: LA HISTORIA OFICIAL (Luis Puenzo, 1985), LA NOCHE DE LOS LAPICES (Héctor Olivera, 1986), GARAGE OLIMPO (Marco Bechis, 1999) y CRÓNICA DE UNA FUGA (Adrián Caetano, 2006).

Con este tipo de cine se saldan cuentas pendientes con verdugos, asesinos y salvajes. Hacer expresa tal denuncia pasa por centrarse, sin titubeos, en la víctima, por encima de todo, persona. Se describe, de forma minuciosa, las situaciones vejatorias e inhumanas que sufrieron, con mayor o menor suerte en su desenlace. Una memoria rescatada como mejor antídoto contra el olvido. Y de la forma más directa, describiendo hechos y no juicios, al menos explícitos. Vuelvo a insistir en la idea del cine como medicina a nuestras miserias.

¿Dónde radica la diferencia entre el último cine argentino y el nuestro? Simplemente en una: el tiempo transcurrido. Tres décadas después del final de la dictadura franquista aparece la primera, y genuinamente, película terapia. En Argentina, dos años después de la caída de la dictadura militar (en 1983) con la película de Puenzo, interpretada por Norma Aleandro y Héctor Alterio.

Con SALVADOR se saldan cuentas pendientes en el cine español. No bastaba con metáforas y ejercicios de autor. Más vale tarde que nunca. Una película necesaria. Catarsis.

SALVADOR (PUICH ANTIC) de Manuel Huerga, ESP, 2006

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