11 de marzo de 2008

BLACK BOOK de Paul [Verhoeven], HOL-ALE-BEL, 2006

El director [equidistante]. Que equidista. [Actitud] Que es equilibrada y no se inclina ante las partes de un conflicto.



El director holandés Paul Verhoeven vuelve a su tierra y filma ZWARTBOEK. Y lo hace de la misma forma que en buena parte de su filmografía. Lo que para algunos supone coherencia, para otros es provocación. La pregunta que abre la discusión: ¿Desde qué lugar se nos cuenta la historia? Entendamos, pues, la actitud del que dirige (frente al conflicto mostrado en pantalla) está en relación con dónde coloque la cámara, desde dónde se mira: no es lo mismo que la cámara de Browning se arrastre, literalmente, con los desvalidos monstruos de Freaks, que los planos amplísimos de John Ford del lejano oeste.

La bella judía holandesa Rachel, interpretada por Carice van Houten, pierde a su familia en una emboscada, cuando trataban de escapar de la amenaza nazi. A partir de ese momento Rachel formará parte de la resistencia holandesa y tratará de combatir al enemigo. ¿Cómo? Enamorándose de un alto oficial nazi, obteniendo información para rescatar a los rebeldes capturados. Un ritmo acelerado que atrapa la atención durante todo el metraje, gracias a un guión prodigioso.

Una típica historia de espías (suspense, acción, amor, venganza, traición) que se enmarca dentro del ciclo, en los últimos años, revisionista del holocausto nazi. Todo esto hasta el momento en que Verhoeven decide mostrar, ante nuestros ojos, el verdadero monstruo...la condición humana.

Rachel después de la liberación aliada, es considerada como traidora. Una traición que conlleva la venganza de los que habían sido víctimas. Verhoeven se desliga de cualquier efectismo y coloca la cámara a una distancia incómoda. No se implica, sólo muestra el horror de la injusticia. Las víctimas convertidas en verdugos. La libertad de unos, el atroz desprecio de otros. Esa posición equidistante, en la que la cámara observa, puede llegar a molestar al espectador. El ejercicio de verse reconocido en pantalla, como ya había apuntado, es un acto de provocación para unos. Para los que estamos al otro lado, un acto de humildad.

Un proyecto que tardó cerca de 15 años (los que estuvo el director en Hollywood). Finalmente, Verhoeven pudo filmar y se convirtió en la producción más cara del cine holandés. Todo un prodigio.

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