5 de julio de 2010

LA GRAN EVASION

TOY STORY 3 de Lee Unkrich, EEUU, 2010

Pixar consigue con su cine la humanización de la tecnología. Y la tercera parte de TOY STORY no es la excepción. ¿Y cuál es la receta? La historia (el qué) por encima del artificio (el cómo). La ecuación inversa es la descripción actual del cine de evasión, en el que predomina el efecto especial sobre lo que nos cuentan. Esto explica que estemos inmersos en una invasión de remakes como síntoma de la carencia de ideas que predomina en el cine industrial. A dicha hipótesis, dos acotaciones y una conclusión:

Lo primero. Deslumbra la estimable evolución tecnológica en relación a la fundadora primera parte. Parece mentira pero ya pasaron 15 años. En todo este tiempo, la productora nos regaló obras maestras que reacomodaron el cine de animación con la irrupción del desarrollo digital. La experiencia sorprendente se produce en el momento en que nos olvidamos de la forma y nos sumergimos en la aventura. La maestría reside en que ese mundo digital nos lo creamos.

Lo segundo. La última de Pixar destaca, otra vez más, por su coherencia temática: lo que sienten, dicen y hacen sus personajes son el epicentro de la película. Lo que gira alrededor de este universo son valores. Por ejemplo, los juguetes se rigen por la permanencia de principios valores y estos generan una voluntad que les hace avanzar hacia la salvación. Llegamos a la misma conclusión si hacemos un repaso a cada uno de los protagonistas de las historias del flexo saltarín. Podríamos considerar, pues, el cine de Pixar como un cine de autor(es), regido por las directrices del cine clásico y lleno de matices.

Conclusión. Historia, ritmo y personajes hacen que la experiencia cinematográfica supere con creces el divertimento y vaya más allá. Porque, al fin y al cabo, el cine es un parque de atracciones en el que revive el niño que llevamos dentro. Pura evasión.

1 comentario:

Stanley Donen 2/07/2010 dijo...

El cine no representa el entorno en que todos estamos sumergidos, sino otro nivel de verdad, más profundo, el de los sentimientos, de las emociones. Eso he buscado siempre. No el mundo en su totalidad, sino los pormenores. Alguien dijo que Dios está en los detalles. Pues tenía razón.