18 de marzo de 2007

16 [calles] de Richard Donner, USA, 2006



En una población, vía entre edificios y solares. En México y Perú, tramo de una vía urbana comprendido entre dos esquinas.

Ni una más, ni una menos. Son dieciséis las calles que Jack, un policía sumido en un profundo alcoholismo, tiene que trasladar a un preso poco peligroso, desde la celda a los juzgados. Misión, aparentemente, sin ningún tipo de riesgo. Claro que el motivo por el cuál tiene que llevar al preso al juzgado es para que éste declare. Y lo que no sabe Jack es que esa declaración delata a unos policías corruptos que conoce demasiado bien.

Jack está interpretado por Bruce Willis. El actor interpreta uno de esos personajes conocidos en el típico thriller norteamericano. Un policía con un pasado tormentoso, viviendo en una fuerte depresión, intenta redimirse a través de una situación crítica, inesperada que le despierta de su letargo. Otro de los ítems característicos de este tipo de cine: hay que ganarse el perdón. Esta vez son dieciséis calles, repletas de suspense, con un ritmo trepidante, y bajo la batuta del gran Richard Donner, director, entre otras, de la saga de ARMA LETAL.

El objetivo es claro: llevar a un testigo a declarar al juzgado. Lo que no sabe Jack es que ese trabajo rutinario se convertirá en una situación angustiosa; y el trayecto será un infierno. Jack pensará de su protegido que "le trae por la calle de la amargura". Aunque, finalmente, le recompense con la libertad. Sentirse libre de sus pecados. Y la acción transcurre en la calle, símbolo de libertad. Y el preso está en la calle.

El cálculo del trayecto es otra de las cuestiones a tener en cuenta, desde el momento que la película tiene como título 16 CALLES. El número dieciséis nos informa de la distancia entre las dependencias policiales y el tribunal. Si la ciudad no fuera norteamericana sino, por ejemplo, Pamplona en España, la distancia adoptaría como variable el tiempo en recorrer la línea que va del punto A al B. Nadie le diría al que corre delante del toro, en los San Fermines, que tiene un número "x" de calles hasta llegar a la Plaza. Son ocho minutos, aproximadamente, si no se produce ningún tipo de accidente. Claro que la fisionomía de la ciudad pamplonica es de calles enrrevesadas, escurridizas y, a veces, malintencionadas en los callejones del barrio antiguo. Nada que ver con la estructura monótona y lineal, tipo Eixample barcelonés, que dibuja una gran ciudad norteamericana. Son las diferencias culturales de medir la distancia en metros (calles, cuadras) o en tiempo (minutos, horas).

En Buenos Aires hubieran titulado a la película '16 cuadras'(cada cuadra, aprosimadamente, 100 metros). No hizo falta, ya lo retrató el gran Bielinsky con NUEVE REINAS. La cosa es que en las grandes ciudades hay que correr mucho y deprisa (a eso lo llamaría vértigo). Ah, y en Pamplona a partir del 7 de julio también (a esto, adrenalina).

[16 blocks]

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